Caracas, 08 de septiembre del 2025.-Una revisión científica publicada muestra que el ejercicio tiene el poder de modular la epigenética y actuar como un auténtico “geroprotector”. Los investigadores distinguen tres conceptos clave: actividad física, ejercicio y condición física.
Mientras que la actividad física abarca cualquier movimiento, el ejercicio es planificado, repetitivo y con objetivos, y la condición física es el resultado de ese entrenamiento. Comprender estas diferencias es esencial, porque no todas las formas de moverse tienen el mismo impacto sobre la biología del envejecimiento. Así, aunque caminar o subir escaleras suma beneficios, los programas estructurados de ejercicio moderado o intenso producen cambios más profundos, desde mejorar la función mitocondrial hasta modular directamente el epigenoma.
La evidencia de la actividad física y el envejecimiento
Los primeros estudios sobre actividad física y epigenética ofrecieron resultados poco concluyentes. En algunos casos, los datos no mostraron vínculos claros entre moverse más y un envejecimiento epigenético más lento. Sin embargo, investigaciones posteriores confirmaron que el sedentarismo acelera los relojes y que la actividad en el tiempo libre ayuda a retrasarlos.
Una clave es distinguir entre actividad física ocupacional —como la exigida en ciertos trabajos— y la realizada por ocio. Los estudios sugieren que la actividad en el tiempo libre protege, mientras que la ocupacional podría incluso asociarse con mayor aceleración del envejecimiento. Esto implica que la calidad y el propósito de la actividad importan tanto como la cantidad.
En conjunto, la evidencia apunta a que reducir el sedentarismo y aumentar la actividad voluntaria son pasos fundamentales, aunque todavía modestos, para frenar la marcha de los relojes epigenéticos.
Ejercicio estructurado: cuando entrenar rejuvenece
La investigación con animales mostró que programas intensos de entrenamiento, como el “wheel running” con resistencia en ratones, reducen la metilación asociada al envejecimiento en el músculo esquelético. En humanos, ocho semanas de entrenamiento combinado fueron suficientes para revertir la edad epigenética en mujeres sedentarias de mediana y avanzada edad.
Otro hallazgo revelador provino de estudios en músculos de deportistas: quienes entrenaban regularmente conservaban un metiloma más joven, con perfiles de expresión genética propios de personas de menor edad biológica. Esto refuerza la idea de que los beneficios del ejercicio van más allá del rendimiento físico y alcanzan las raíces moleculares de la longevidad.
Aunque no todos responden igual, los resultados sugieren que quienes parten con mayor edad epigenética son los que más se benefician, abriendo la puerta a programas personalizados según el estado biológico de cada persona.